15 octubre 2008

Afánisis o la muerte del deseo

No vamos a negar que abordamos un concepto oscuro, a menudo malentendido.
Postulando la afánisis, Ernest Jones intentó definir un más allá del concepto freudiano de castración: el de la propia muerte del deseo. Mucho se le ha criticado a este autor lo equívoco de este planteamiento, ya que sin deseo el individuo se deslizaría de la cadena significante, se colocaría en un más acá de la demanda y de la necesidad del lenguaje. Sin deseo la libido perdería su potencial pulsional, su carácter de vector, y el sujeto quedaría incapacitado para su ejercicio tanto en el imaginario como en el simbólico. El individuo sin deseo dejaría de serlo; dejaría de ser deseante (y serhablante, que diría Lacan) ubicándose al otro lado de la alienación.
Por lo tanto, hablar de un individuo afánico sería tan arriesgado como nomenclar a alguien real puro, aislado del lenguaje y de la necesidad, aislado de la cadena del goce y de su cumplimiento. En estos términos, más allá de severísimos autismos, psicosis oligofrénicas terminales o depresiones mayores, coincidimos con los críticos que no se debería hablar de afánisis.
Mas no creemos que Jones pensara en la aplicación de su concepto sino en su articulación como fantasma. Aquí se halla el quid de la cuestión: la afánisis es un agujero en el imaginario y, como tal, es impracticable para el neurótico, lo que no quita que pueda ser temida. De hecho, para Jones (e incluso para Lacan) la afánisis sería un temor inconsciente más atávico y arraigado que la propia angustia de castración.
De hecho, Jones reserva a la mujer -aunque no exclusivamente- un temor específico ligado a la afánisis (correlato del miedo a la castración masculino): el de la pérdida o separación del objeto amado. Más allá de la pérdida de la pareja o del anaclitismo, de la muerte por amor, imagínense la pérdida que puede suponer a una madre la de su hijo o hija. Se trataría de una pérdida desestructurante, simbólica, que afectaría no sólo al objeto sino a la propia capacidad deseante de quien lo pierde, a su propia función. Esos relatos de mujeres que cayeron en una mudez tras la muerte de su marido o hijos en el frente, por citar un ejemplo, podrían ubicarse a medio camino entre la melancolía y la afánisis, pero siempre en registros neuróticos.
La afánisis se esboza, pues, como un temor fantasmático y neurótico que se parapeta en el campo simbólico. La afánisis bebe del miedo al pasaje al acto psicótico, del temor a la despersonalización, del pánico a no poder identificarse a un significante estructurante. La afánisis se esconde detrás del pavor a que se desdibuje lo imaginario y el sujeto, desligado del principio de realidad, caiga de la red que conforma el cuarto nudo.
Para Lacan, de hecho, la afánisis es una caída temporal, un jugueteo travieso y neurótico en el que el sujeto goza con la posibilidad de dejar de gozar. Hay afánisis en la angustia del fóbico y en la demanda de la histérica de "terminar" su trayectoria y por fín "descansar"; hay afánisis en la psicastenia, la anancastia y la inhibición del obsesivo. Pequeñas caídas en pequeños vacios. Tentativas psicóticas de opereta.
De hecho, planteándose su propio posicionamiento imaginario, yendo más allá y poniendo en duda la articulación simbólica que le define (mecanismos que suele y debe facilitar la entrada en terapia del paciente), el individuo corre el riesgo de caer en estos pequeños vacios temporales a lo largo de su terapia, socavones típicamente obsesivos. El psicoanálisis, de manera controlada, invita al sujeto a poner en duda su posicionamiento, su etiquetaje fálico o castrado. Parapetado detrás de pequeñas muertes, de pautadas despedidas, el temor a la afánisis se esconde en diversos puntos del trayecto analítico; momentos en los que el paciente teme que algo está tocando, algo profundo y angustiante, huérfano de significante, que puede desestructurarle y alejarle por completo del imaginario, del juego del deseo.
Pero como ya hemos comentado la afánisis no deja de ser un fantasma, un temor atávico que, afortunadamente, ha sido desterrado del mundo neurótico por diversos cortafuegos como son el advenimiento del Nombre del Padre o el antes citado Cuarto Nudo.

Como viene siendo costumbre, adjunto la transcripción del artículo: "Afánisis.pdf"

5 comentarios:

Maribel dijo...

Hola Gerardo!!
Lo primero agradecerte que de nuevo cuelgues en el blog los artículos en pdf, yo lo agradezco por la comodidad en la lectura :-)
Esta entrada como todas las anteriores es magnifica.
Regresando a mi duda del otro día ¿podemos acceder a "lo real" cognitivamente? es decir, puesto que no podemos acceder por medio de la experiencia ¿sería posible aproximarse desde la razón? Y, otra duda, en el segundo capitulo del seminario 23 "de lo que agujerea lo real" ¿qué es lo que lo agujerea? o mejor dicho ¿qué tiene que ver el síntoma en ello?
Un abrazo,

Maribel~~

Gerardo Fernández Santamaría dijo...

Maribel, cognitivamente es la única manera que -desde la neurosis- podemos acercarnos al concepto de lo real. De hecho, tu pregunta y mi amago de respuesta ya son todo un intento de significarlo.
En cuanto al seminario XXIII, lo que agujerea lo real es el imaginario, que queda rasgado a su paso. El síntoma es real en sí mismo, en tanto en cuanto es discurso inconsciente puro, es Ello hecho carne a pesar de un Yo; es significado que emerge aún en ausencia de significante, y rapta al cuerpo para escribir sobre él...
Buf, nos ponemos místicos.
Espero haber aclarado algo.
Un saludo.

Anónimo dijo...

Hola Gerardo:
Me llama la atención que menciones a Lacan casi como un seguidor de la afánisis. Cito tus palabras: "De hecho, para Jones (e incluso para Lacan) la afánisis sería un temor inconsciente más atávico y arraigado que la propia angustia de castración." Lacan a mi parecer reconoce como sugerente la pregunta que la Afánisis supone, es decir ¿Cual es la relación entre deseo y castración? Pero parece estar muy en contra e incluso parecerle ridículo el postulado de la afánisis. Cito los párrafos de donde saco estas conclusiones. El texto es "la significación del falo" y lo pueden encontrar en los escritos:
"Con sólo resumir el debate no podría dejar de alterarse la diversidad auténtica de las posiciones tomadas por una Helene Deutsch, una Karen Horney, un Ernest Jones, para limitarnos a los más eminentes.
La sucesión de los tres artículos que este último consagró al tema es especialmente sugestiva: aunque sólo fuese por el enfoque primero sobre el que construye y que señala el término por él forjado de afánisis. Pues planteando muy justamente el problema de la relación de la castración con el deseo, hace patente en ello su incapacidad para reconocer lo que sin embargo rodea de tan cerca, que el término que dentro de poco nos dará su clave parece surgir de su falta misma.
Se encontrará especialmente divertido su éxito en articular bajo la égida de la letra misma de Freud una posición que le es estrictamente opuesta: verdadero modelo de un género difícil."
Creo que la cita aunque extensa es contundente en el sentido del rechazo de lacan al concepto de Afánisis.

Javiera Navarro Á. dijo...

Sólo darte las gracias por tus aportes... incluí tu artícula en mi página de facebook

Javiera Navarro Á. dijo...

Psicodiagnóstico Psicoterapia F. Jones usa el término afanasis para referirse al miedo de la desaparición del deseo sufrido por el neurótico. Ese se proyectaría sobre las imágenes del complejo de castración... Lacan invierte ésto, diciendo que es el mismo determinismo significante, inherente al complejo de castración, lo que obliga al neurótico obsesivo a defenderse de ello... bla bla... son tres puntos de vista distintos.
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