“Mecanismo de defensa, típico sobre todo de la neurosis obsesiva, y que consiste en aislar un pensamiento o un comportamiento de tal forma que se rompan sus conexiones con otros pensamientos o con el resto de la existencia del sujeto. Entre los procedimientos de aislamiento podemos citar las pausas en el curso del pensamiento, fórmulas, rituales y, de un modo general, todas las medidas que permiten establecer un hiato en la sucesión temporal de pensamientos o de actos.”
El aislamiento, junto con la inhibición y la anulación reactiva, son los tres mecanismos defensivos por excelencia de la neurosis obsesiva. Por definición estructural, el obsesivo muestra dificultades en manejarse correctamente con los afectos, de manera inversamente proporcional a la sorprendente frialdad con la que gestiona las representaciones (huellas mnémicas). En especial en el universo obsesivo, a menudo una representación, un significante, una circunstancia o el curso de un pensamiento sirve de evento -o detonante- para invocar un afecto indeseado. Sobre todo en los trastornos compulsivos, el paciente se ve incapaz de huir de sí mismo, y dichas representaciones intrusas no cesan de perseguirle y atormentarle.
De forma adaptativa, muchos obsesivos han desarrollado la facilidad de congelar el curso de sus pensamientos, impidiendo que el significante detonante se adhiera incómodamente a la representación intolerable mediante un mecanismo de fuga, casi de reseteo mental. Ejecutando un proceso de contracatexis mental -que como sucede con la inhibición consume recursos pese a no advertirse en el exterior-, el paciente establece una barrera en el curso de sus asociaciones. De hecho, se considera al aislamiento como una defensa secundaria en las antípodas de la asociación libre.
Hay diferentes maneras de percibir la puesta en marcha de este fenómeno, desde la caída en ensoñaciones y pausas del discurso (esto se puede evidenciar incluso en el sittin’ analítico evidenciando el comienzo del proceso represivo), hasta la intromisión de una tarea secundaria (contar números, repetir diversas letanías o fórmulas) que cortocircuita el cauce normal de pensamiento. Podemos observar que, a menudo, la repentina aparición de un ritual (sin causa aparente), puede esconder dicha función aislacionista y protectora.
De hecho, Freud ya constató la similitud entre este mecanismo y la fenomenología mágica de los pueblos primitivos. En “Tótem y tabú” se barajaban diversas fobias al contacto, y ya vimos en su momento cómo el obsesivo protegía a su entorno de sus fantasmas sádicos y destructivos de manera semejante.
El aislamiento se convierte así en un exorcismo temporal, en un contraconjuro que separa y escinde la representación intolerable del significante que la convoca.
Adjunto la transcripción del presente artículo: "Aislamiento.pdf"
En azul, cita textual del Diccionario de Psicoanálisis Laplanche-Pontalis
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