, en clínica serán muy escasos los vestigios que emerjan de este antepasado; a lo sumo, hay teóricos que postulan que podemos adivinar su influencia detrás de algunos fantasmas de complitud, de nostálgica vuelta a una posición totipotente en la que el sujeto fantasea que ya nada le afectaría, que ya nada necesitaría de los otros. Según Nunberg:
Y es que, paradójicamente, allí donde el
superyó representa el lado más social y empático del individuo, el triunfo de la especularidad, el
Yo ideal evidencia el cansancio de estar sometido de continuo a la mascarada del
imaginario, a las tiránicas leyes del reconocimiento del otro, al coste excesivo de la posición de
demanda… No se trata realmente de un posicionamiento al que aspirar (posición del falo absoluto, posición de muerto), sino de un anhelo que se sabe ya perdido de antemano, de una aspiración imposible pero atractiva en su autosuficiencia. Según Lagache, dicho jugueteo nostálgico (en población neurótica) responde a una necesidad de autoafirmación, que correlativamente exige la negación de cualquier otro. De modo arriesgado, podríamos sospechar que tras dicho ejercicio el individuo se juega el levantamiento del fantasma de la
afánisis (oscuro concepto que ya anticipo abordaremos en el próximo post).
A menudo, descubriremos fósiles del
Yo ideal entre el discurso del paciente obsesivo, que se limitará a engarzarlos en largos collares de queja social, de lamentos trasgresores del príncipe que no pudo reinar.
Posición impracticable, el
Yo ideal, protopsicótico, es sometido a diversas frustraciones a lo largo de la infancia; bombardeos de leyes desde el
simbólico que minan su omnipotencia y alejan al niño de su acomodaticia complitud inicial. Percibiendo sus crecientes déficits, y cada vez más atormentado por los sádicos requerimientos del entorno y las masoquistas autopercepciones internas, el
Yo ideal va dejando paso al
Ideal del Yo, al tiempo que se conforman los juicios atribucionales y el mecanismo del
goce (tan extrañamente económico).
El Ideal del Yo (
Ich-Ideal), entre la frontera de lo
preconsciente y lo consciente, irá acumulando factibles ambiciones a las que aspirar. A diferencia del
Yo Ideal, el
Ideal del Yo se posicionará del lado de lo social (del lado del patrón), intentando jugar sus cartas de negociación pero siempre bajo el amparo del beneplácito superyóico. No debe extrañarnos, pues, que la sociedad aliente la formación de dicho ideal, y que incluso se esfuerce por mantener una prudente distancia que asegure la alienación del deseo entre lo que el individuo cree ser y lo que al individuo le gustaría aspirar.
En resumidas cuentas, la sociedad y la cultura no serían más que un gigantesco organismo que se alimenta de las falsas identidades que él mismo reparte. Una gigantesca multinacional que genera nuevas ofertas para provocar nuevas demandas, que constantemente se actualiza creando atractivas etiquetas para individuos a los que les gusta sentirse genuinos y auténticos. Y de ese lado se posiciona nuestro
Ideal del Yo, a modo de inquietante enlace sindical.
Allí donde el superyó castiga, el Ideal del Yo aspira.
Como Freud ya anticipaba en
“Psicología de las masas”, de la distancia percibida entre nuestro
Yo y nuestro
Ideal del Yo nacerán patologías antitéticas como la depresión o la manía, como la dependencia o la autosuficiencia. En última instancia, el subjetivo Ideal del Yo es responsable en gran medida de la subjetiva percepción que de nosotros albergamos, siendo el artífice de feroces autoconceptos y de descabelladas ilusiones de control fálico.
Como perfectamente se evidencia en clínica, el tan manido sentimiento de inferioridad no deja de ser un falo sobre el que edificar resistencias; una excusa (casi un derecho) sobre el que muchos pacientes edifican su personalidad y anticipan sus fracasos. Esos individuos extirpan partes funcionales de su personalidad y la sacrifican a un dios terrorífico al que, a menudo confundido con el
Superyó, desde aquí denunciamos y desenmascaramos como
Yo inconsciente.
Y con esto cerramos la serie de artículos dedicados al superyó. Para los "documentalistas", adjunto una copia en .pdf del material de estos últimos días:
1 comentario:
Una vez más: excelentes artículos los referentes al superyó. Por cierto, genial la idea de mantener los contenidos íntegros en las entradas.
Gracias
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