El ser humano es frágil por naturaleza. Dentro de los corrillos sanitarios (en esos lugares que, entre cafés y chistes negros, tienen prohibido el acceso los "afortunados" pacientes), los médicos bromean que –de saber la realidad de cuán expuesto está a la muerte, sobre cuán ignorante es la medicina a la mayoría de las enfermedades- el individuo de a pie estaría horrorizado ante lo fortuito de su existencia.
Que el imaginario sea una tupida pátina no le quita un ápice a su cualidad de artificioso barniz. Desde nuestra atalaya privilegiada, los analistas observamos como el gradiente de cotidianidad desfila todos los días al otro lado de nuestras mesas, desde el adolescente abrumado por la incapacidad que se atribuye ante los estudios, pasando por el cuarentón desubicado (demasiado similar en sus demandas al adolescente anterior), hasta llegar a esa pareja tan ideal que –circunstancias de la vida- el fin de semana anterior presenciaron cómo la policía extraía a su bebito muerto de la piscina de los vecinos.
(Fragilidad).
Volviendo a la clínica psicoanalítica, con excepción de la histeria de conversión (legítima anfitriona de la mascarada imaginaria), tanto la histeria de angustia como la neurosis obsesiva presienten –ya no una presencia- sino a la ausencia agazapada entre los apuntalamientos del decorado. Se trata de dos maneras de intuir dicha evidencia, dos formas de cohabitar con el vacío que -bien por la vía de la angustia, bien por la de la lucidez- hace a estos individuos especialmente sensibles a la letra pequeña.
Allí donde la fobia huye de un vacío del que no puede zafarse, la neurosis obsesiva deambula traviesa por el horizonte de sucesos que conforma su perímetro. Allí donde la neurosis de angustia se aqueja de horror vacui, el obsesivo juguetea con los infinitos y fantasea –nihilista- con destruir o crear universos. Allí donde el “¿y si?” del fóbico convoca monstruos, el “¿y si?” se ha convertido en la forma última de comprender el mundo para el obsesivo, que a su vez queda atrapado en infinitas combinatorias. Por último, allí donde el obsesivo juguetea travieso con la omnipotencia de pensamiento y el solipsismo (asesinando en su afán a la restante humanidad), el fóbico se rodea de humanidad para garantizarse la credibilidad de su propia existencia.
Habitantes limítrofes del –φ.
De hecho, no mantener la distancia de seguridad con dicho agujero (resistente a la simbolización) es una de las prototípicas causas de cierto deslizamiento en el cuarto nudo. Sin salir de la acomodaticia neurosis -pero visitando el lado más exacerbado del rasgo- sobre todo la población obsesiva puede (afortunadamente en casos muy minoritarios) rozarse el delirio de autoreferencia. En nuestra clínica recordamos el caso de un paciente que se acercó demasiado a los límites reales del vacío. En un cuadro que nos vino remitido como psicosis esquizofrénica, el muchacho estaba convencido de haber “muerto el (anterior) lunes”. Sin meternos en el proceso terapéutico (que podemos desarrollar en un futuro para quién así lo desee), se trataba de un desliz metafórico en un sujeto obsesivo cercano al TOC, que a lo largo de las sesiones arribó sorprendentemente el puerto de la neurosis.
Saliendo de la siempre problemática área border-line (quizá nunca mejor dicho que en el tema que nos ocupa), la lucidez (obsesiva) se caracteriza por una sensación de haber traspasado un límite implícito, de haber recorrido un sendero más allá de las señalizaciones y, en el proceso, haber roto irreversiblemente un resorte que mantenía la cotidianidad dentro de su cualidad de creíble y confiable. En una fenomenología que nos acerca sospechosamente al temor a la afánisis (les remito a este problemático concepto), la inconsciente omnipotencia del sujeto pone en tela de juicio la propia capacidad deseante del individuo, que se siente desubicado (sobre todo afectivamente) del imaginario pero extrañamente cercano a una verdad incómoda.
La sesión con mi paciente derivó (no podría ser de otra forma) al mito de la Caja de Pandora. Al preguntarle sobre qué pensaba encontrar dentro, si creía que la esperanza aguardaba a modo de bálsamo último y reparador, subrayó su carácter lúcido y (evidenciando las lecturas lacanianas que frecuenta durante el fin de semana) contestó:
Una vez más, y para finalizar con estas entradas dedicadas al concepto de lucidez, adjunto el documento íntegro en formato .pdf. Un saludo.
(Fragilidad).
Volviendo a la clínica psicoanalítica, con excepción de la histeria de conversión (legítima anfitriona de la mascarada imaginaria), tanto la histeria de angustia como la neurosis obsesiva presienten –ya no una presencia- sino a la ausencia agazapada entre los apuntalamientos del decorado. Se trata de dos maneras de intuir dicha evidencia, dos formas de cohabitar con el vacío que -bien por la vía de la angustia, bien por la de la lucidez- hace a estos individuos especialmente sensibles a la letra pequeña.
Allí donde la fobia huye de un vacío del que no puede zafarse, la neurosis obsesiva deambula traviesa por el horizonte de sucesos que conforma su perímetro. Allí donde la neurosis de angustia se aqueja de horror vacui, el obsesivo juguetea con los infinitos y fantasea –nihilista- con destruir o crear universos. Allí donde el “¿y si?” del fóbico convoca monstruos, el “¿y si?” se ha convertido en la forma última de comprender el mundo para el obsesivo, que a su vez queda atrapado en infinitas combinatorias. Por último, allí donde el obsesivo juguetea travieso con la omnipotencia de pensamiento y el solipsismo (asesinando en su afán a la restante humanidad), el fóbico se rodea de humanidad para garantizarse la credibilidad de su propia existencia.
Habitantes limítrofes del –φ.
De hecho, no mantener la distancia de seguridad con dicho agujero (resistente a la simbolización) es una de las prototípicas causas de cierto deslizamiento en el cuarto nudo. Sin salir de la acomodaticia neurosis -pero visitando el lado más exacerbado del rasgo- sobre todo la población obsesiva puede (afortunadamente en casos muy minoritarios) rozarse el delirio de autoreferencia. En nuestra clínica recordamos el caso de un paciente que se acercó demasiado a los límites reales del vacío. En un cuadro que nos vino remitido como psicosis esquizofrénica, el muchacho estaba convencido de haber “muerto el (anterior) lunes”. Sin meternos en el proceso terapéutico (que podemos desarrollar en un futuro para quién así lo desee), se trataba de un desliz metafórico en un sujeto obsesivo cercano al TOC, que a lo largo de las sesiones arribó sorprendentemente el puerto de la neurosis.
Saliendo de la siempre problemática área border-line (quizá nunca mejor dicho que en el tema que nos ocupa), la lucidez (obsesiva) se caracteriza por una sensación de haber traspasado un límite implícito, de haber recorrido un sendero más allá de las señalizaciones y, en el proceso, haber roto irreversiblemente un resorte que mantenía la cotidianidad dentro de su cualidad de creíble y confiable. En una fenomenología que nos acerca sospechosamente al temor a la afánisis (les remito a este problemático concepto), la inconsciente omnipotencia del sujeto pone en tela de juicio la propia capacidad deseante del individuo, que se siente desubicado (sobre todo afectivamente) del imaginario pero extrañamente cercano a una verdad incómoda.
La sesión con mi paciente derivó (no podría ser de otra forma) al mito de la Caja de Pandora. Al preguntarle sobre qué pensaba encontrar dentro, si creía que la esperanza aguardaba a modo de bálsamo último y reparador, subrayó su carácter lúcido y (evidenciando las lecturas lacanianas que frecuenta durante el fin de semana) contestó:
“Esperanza lo dudaría, pero quizá… …Sí, quizá un espejo”.
Una vez más, y para finalizar con estas entradas dedicadas al concepto de lucidez, adjunto el documento íntegro en formato .pdf. Un saludo.
1 comentario:
Bueno, a pesar de que el post está colgado hace tiempo, no me resisto a recomendar la película "Revolutionary road", de Sam Mendes. En ella, un personaje catalogado de "loco" es quien está más cuerdo de todos en el barrio residencial suburbano. Curiosamente es matemático, lo que nos pude dar un indicio sobre su posible estructura obsesiva, y curiosamente también se acerca peligrosamente a la lucidez... Tanto que en el psiquiátrico (y no olvidemos que la historia está ambientada en los 50) le aplican descargas eléctricas.
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