09 enero 2009

Esquema Lambda (V): El reino de los fantasmas

Nuevamente, la supuesta intencionalidad y la consciente independencia del hablante hace aguas. Desde el paradigma psicoanalítico, toda relación, cualquier combinatoria entre un sujeto y otro, por novedosa que resulte, va a beber de fuentes inconscientes, de relaciones pasadas y a menudo estereotipadas.
En un supuesto que ha levantado numerosas críticas (a menudo debidas a que defiende un cierto mecanicismo y a que hiere de muerte al individualismo yóico), el psicoanálisis defiende que toda relación adulta está mediatizada por esquemas establecidos en la infancia. Se trata del pago exigido por abandonar el nido demasiado tarde. Nuestra especie paga -con el neuroticismo como moneda- la afrenta de criar a los individuos hasta casi la treintena. Curiosamente, serán esos mismos individuos los que defenderán a ultranza su individualidad y su Yo consciente, y hasta cierto grado es comprensible: deben rellenar de coherencia la inversión realizada durante años en capas y capas de maquillaje yóico.
En fin, dando por válida la hipótesis de la repetición de las relaciones, tenemos que ser cautos al re-examinar la agenda: el por qué de nuestras amistades, lo casual de nuestra elección de pareja, por qué nuestro discurso florece con determinadas a’, mientras que se coarta y casi extingue en presencia de otras… En la línea que se dibuja entre el inconsciente y el otro, entre la S barrada y la a’, se ubicará el fantasma, a modo de metáfora sobre la elección inconsciente que tomamos en la infancia y que regulará (desde lo insabido, desde lo casual) cualquier comunicación que establezcamos con nuestro entorno.
Como hemos visto en otros seminarios, los pequeños exámenes realizados en la infancia van a determinar todas nuestras interacciones. Ser activo o pasivo, ser fálico o castrado, afiliarse al Ser o al Tener… van a ser condicionantes de la comunicación, afectando de modo decisivo qué atribuimos a causas internas o externas, qué posición desempeñamos con respecto al otro… así como a la manera en la que exhibimos nuestro palmito consciente allá en lo imaginario.
En otro frente, la evolución de nuestro superyo, el modo en el que acatamos la ley o decidimos enfrentarnos a ella, nuestro bagaje infantil con las figuras de autoridad… entre otros factores, a su vez serán determinantes de nuestra relación con la A mayúscula del Lambda.
¿Determinados? Parece que sí, pero también determinantes: El rol que asumimos y desempeñamos a su vez articula los fantasmas del vecino, en una interdependencia simbólica y casi infinita de relaciones homeostáticas. Sobre el tablero de lo social se dibujan infinitos Lambdas, que a su vez configuran a amos y a esclavos, amistades y odios, relaciones simétricas y tiranías… volviendo a Matrix, y cerrando la pescadilla obsesiva, todo un universo de atribuciones tan falsas como articulantes.

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