26 enero 2009

El preconsciente: oficina oculta

A diferencia de la anarquía que definía al inconsciente de la primera tópica (el Ello de la segunda), regido por el principio del placer y los procesos primarios, el preconsciente se nos dibuja como un departamento antagónico. En este entresuelo latente de nuestra conciencia trabajan burócratas y censores; que acotan, subliman y organizan la libido del sótano (cuando no la reprimen y la devuelven al remitente).
Para que el material resulte aceptado y adaptativo en el exterior, antes ha de experimentar toda una serie de “controles de calidad”, procesos de selección y criba en los que la libido es circunscrita y doblegada, en los que los significantes se adhieren a significados y (de ser seleccionados para su distribución) ascienden a la consciencia.
Una vez se conforma un signo lingüístico (una unión nunca azarosa de un significante y un significado, de una huella mnémica y un afecto), éste deberá ser reconocido por la identidad de pensamiento, necesitando ser apadrinado por un Yo inconsciente que certifique reconocer su autoría y procedencia, supervisando que no se trata de un delirio que haya irrumpido desde lo real. De esta forma, tutelado por el Yo, un primer producto elaborado (con la libido inicial como principal ingrediente) es reconocido como pensamiento o ensoñación.
No obstante el Yo no es el único burócrata en el departamento preconsciente. Pese a ser responsable de un primer reconocimiento del producto, por encima de él se encuentra un supervisor con poder de veto: el superyó. El mero hecho de que un signo lingüístico sea apadrinado por el Yo, que sea reconocido como pensamiento propio, no es condición suficiente para que éste ascienda a la conciencia. De hecho, a menudo el criterio moral superyóico invalida la identidad de pensamiento anterior y reniega de su autoría (atribuyéndosela a un otro en un proceso denominado proyección), o bien diferentes filtros de sentimiento de culpa impiden la distribución consciente de un fantasma o fantasía.
De esta forma, podríamos convenir que, una vez conseguido el apadrinamiento yóico, el signo lingüístico aún deberá obtener el cuño de certificación simbólica. Sólo de esta manera (ya reconocido y juzgado como adecuado) podrá promocionarse al rango de conciencia, desde donde se manifestará por la vía del pensamiento, del lenguaje o del acto.
No obstante, como veremos en la próxima entrada, esta no es la única vía de manifestación libidinal.

2 comentarios:

Parque Biblioteca España dijo...

Excelente introducción a las labores del preconsciente, a sus articulaciones y proporciones de su economía libidinal. Agradezco profundamente su labor de divulgación y espero que lo continue haciendo para que personas que nos encontramos interesados en escenarios con peso conceptual en la red, podamos seguir disfrutandolo.

Luis Manteiga Pousa dijo...

Pero ¿existe realmente la preconsciencia?. Porque uno ya se pierde en medio de toda esta terminología.