En entradas anteriores hemos visto cómo el autista se queda sin invitación al baile de lo imaginario. Afortunadamente, la mayoría de las veces el infante es arrancado del narcisismo primario y obligado a jugar sus cartas en lo social.

Hoy (de la mano de la teorización lacaniana del estadio del espejo) abordaremos dicho eureka y el consiguiente clivaje a la subjetividad.
En proximas entradas, a lo largo de la semana, abordaremos la teatralidad del imaginario y la trampa del lenguaje.
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