02 febrero 2009

El reverso de la Navaja de Ockham

La navaja de Ockham (o principio de economía o de parsimonia) hace referencia a un tipo de razonamiento basado en una premisa muy simple: en igualdad de condiciones la solución más sencilla es probablemente la correcta. El postulado es Entia non sunt multiplicanda praeter necessitatem, o “no ha de presumirse la existencia de más cosas que las absolutamente necesarias”.
Concepto elegante donde los haya, la navaja de Ockam ha sido (hasta hace poco) el exponente más claro del método científico. Abanderando este principio muchas corrientes psicológicas (con el conductismo como vertiente más representativa) ha criticado el exceso de variables a contemplar por el psicoanálisis que, y hemos de reconocerlo, a todas las observables añade aquellas que son de índole pre o incluso inconsciente. A causa de este cambio de paradigma, a partir de los años sesenta la psicología entró en una etapa experimental, en un nuevo enfoque del estudio de la personalidad que, obviando las variables no observables, se centraba en las manifestaciones medibles para establecer estudios, ponderaciones e inferencias.
Resulta evidente que según la corriente psicoanalítica la personalidad bebe de variables difícilmente observables. Allí donde la navaja de Ockham aconseja rendirse ante la evidencia más plausible y coherente, y centrar el área de estudios en la superficie del iceberg, el psicoanálisis propone desplegar todo un equipo de submarinistas, buscando vestigios sumergidos en un más allá de la evidencia.
“…no ha de presumirse la existencia de más cosas que las absolutamente necesarias”
De acuerdo con la premisa, pero ¿quién estipula cuáles son las variables absolutamente necesarias? Ahí entramos en la polémica que, desde Kant en su crítica a la razón pura hasta el propio Einstein con su teoría de la relatividad, han venido sosteniendo autores que se auto-posicionan más allá del constructo de Ockham.
Adentrándonos un poco más en dicha polémica, en el lado antitético al principio de parsimonia nos encontramos con el principio de plenitud. Según éste, “todo lo que sea posible que ocurra, ocurrirá” y, pese a lo arriesgado de sus bases, sirve de marco teórico para la moderna física cuántica, la teoría del caos, los estudios de antimateria, la teoría de cuerdas, la hipótesis del multiverso, el análisis de fractales…
Volviendo a terrenos psicológicos, y recuperando a Kant en un fragmento de su crítica a la razón pura: “la variedad de seres no debería ser neciamente disminuida”. De hecho, el conductismo ha sido finalmente derrotado por el cognitivismo, un nuevo paradigma que postula que, más allá de la realidad objetiva, más allá de lo observable y cuantificable, lo verdaderamente relevante es la vivencia subjetiva de dicha realidad. De esta forma, la primera década del siglo XXI ha visto renacer el análisis de la personalidad desde un prisma multi-dimensional, por lo que el interés por las variables inconscientes ha vuelto a emerger con fuerza.

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