13 febrero 2009

El Goce (IV). La némesis del Goce

Del otro lado del goce se encuentra La ley, que lo acota y delimita. La libertad de uno acaba donde empieza la de los demás. Y bajo esta máxima se libra una batalla constante entre nuestro narcisismo y el imaginario social que nos ampara.

El goce inicial no consistía más que en la aspiración a un plus de placer; mas para exiliar de dicho nirvana al individuo y arrojarle a lo social, todo un corolario de preexistentes leyes simbólicas (herederas a su vez del Nombre Del Padre), estrangulan dicha pretensión confinándola a una cárcel preconsciente.

Reza el mitema que existió un Uno que dijo no a la castración, un Uno primitivo, padre de la horda y fundador del simbólico; todo él falo, todo él goce. En “Tótem y tabú” Freud nos invitó a contemplar en dicho mito (el del asesinato del Padre de la Horda) la génesis de nuestra esencia social, el origen de la primera Ley con la interdicción de acceso al goce a todos los futuros descendientes de aquel Uno.

Los matemas correspondientes:

Matemas

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1 comentario:

Gonzalo dijo...

Muy bueno el artículo, es la primera vez que entro en el blog, es muy valorable el lenguaje simple y directo, sin pretendidas formaciones intelectualoides-ininteligibles que caracterizan a los psicoanalistas.
Yo agregaría al final que el abandono de la madre que impone la ley es el abandono de la madre fálica, de la madre con pene, o sea de un objeto imposible, pero presente en la fantasía del neurótico, sobre todo en la histeria. Es a esa madre fálica que hay que abandonar, la madre que da TODO, que puede dar todo porque tiene, por que fálica. Aceptar la castración no sólo es aceptar el límite impuesto por la ley al goce, sino aceptar que la madre está castrada, por lo tanto deseante. De lo contrario se intentará tapar esa falta en la madre, hubicándose cómo objeto, como falo de la madre.
Un saludo,
Gonzalo