Aquí no se acaban las diferencias terapéuticas, pues en el tratamiento de la esquizofrenia el profesional debe arrinconar la regla de abstinencia y movilizar -por contra- todo un abanico contratransferencial, en un intento de recrear la primera relación primigenia. De esta forma, no debería sorprendernos que muchos autores defiendan la práctica de terapias maternalizantes, en un intento de ubicar al analista, no ya en la consabida posición del Gran Otro (aquí desestructurante), sino en la arriesgada ubicación de la Única Otra.
En cuanto a ésta maternalización subyacente, cabe recordar que el análisis de la neurosis (a diferencia del propuesto para la psicosis), por lo común se basa en el desempeño de una representación simbólica, a menudo incluso superyóica. En palabras del propio Freud, y en lo referente al fenómeno de transferencia:
«[...] las relaciones reales con los médicos hacen que sea la imago del padre [...] la determinante [...]»
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