Tendemos a la coherencia (de nuevo pueden preguntárselo a los cognitivistas), y muy a menudo rellenamos el incómodo material faltante recurriendo a la razón consciente. Como ocurre con el discurso, allí donde falla la lógica, allí donde faltan ladrillos para articular un sueño, es donde suele esconderse el material más relevante. Tendemos a pasar por alto los mayores filones en pos del material más conexo.
Se hace imperativo avisar al paciente sobre el mecanismo de la reconstrucción. El sueño debe ser expuesto al analista tal cual, sin artificios ni remiendos, siendo sospechosos aquellos relatos detallados y lineales, demasiado imperfectos en su perfección.
Igualmente debe ser el analista quien realice la criba entre los sueños para seleccionar los más significativos, aquellos con un mayor contenido metafórico, no permitiendo al paciente el salvar del repertorio los que considera “más interesantes”.
“De repente, ya no estaba allí (…) era un sitio desconocido, y estaba acompañado por dos personas también desconocidas”
No hay desconocidos en los sueños. Ni ubicaciones ni personas.
Continuar leyendo ▼El cerebro siempre utiliza material ya existente en nuestros registros mnémicos para construir los sueños. Detrás de una cara desconocida, la mayoría de las veces, tenemos que ponernos sobre aviso ante el más que posible efecto de la represión. Allí donde el paciente tiende a ir más deprisa, como restándole importancia a aquello que no puede verbalizar, las más de las veces se esconde la interpretación más certera.
Es necesario pues indagar sobre esos detalles de forma exhaustiva, recurriendo a la asociación libre para instaurar de nuevo los eslabones allí donde la represión deshizo los enlaces.
Aquí habría que hacer una salvedad sobre la asociación libre, arma de doble filo cuya mayor ventaja es simultáneamente su peor sesgo. Invitando al paciente a asociar, de forma a menudo muy poco libre porque se le incita a hacerlo con rapidez, podemos bien encontrarnos con el verdadero significado latente del sueño o, por efecto de la sugestión (verdadera enemiga de la terapia analítica), sorprendernos con que el sujeto termina realizando aquellos enlaces que él cree queremos oír (en todo un alarde de fuegos artificiales proyectivos), sobre todo si la persona en cuestión cree tener conocimientos acerca del psicoanálisis.
Pongamos un supuesto:
“Estaba copulando con una desconocida…” pausa significativa, el paciente mira al analista y, en tono sardónico, añade: “…y no es que se tratará de mi madre”.
¿Se trata de una negación proyectiva (lo que agilizaría mucho la resolución del sueño) o nos hemos colocado ante el paciente en una posición muy ortodoxa, de manera que nos ve como acólitos de un Freud que todo lo achacaba a conflictos edípicos?
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